1/27/2006

La receta Ffrench-Davis para el esperado debut del gobierno de Bachelet


"Temeroso por designación del ministro de Hacienda"
Para nadie es un misterio que los integrantes de la Corporación de Investigaciones Económicas para Latinoamérica (Cieplan) están de vuelta. Ricardo Ffrench-Davis, economista y cofundador de dicha Corporación, comenta los desafíos y esperanzas que representa Michelle Bachelet. Al mismo tiempo, habla de sus aprensiones con respecto a la designación del ''clave'' equipo económico.

La laguna de la Cepal está cada día más verde. Los patos y gansos reposan en una orilla, mientras el líquido detenido toma formas viscosas. Tanto así, que el economista y Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanidades, Ricardo Ffrench-Davis, se ríe con la posibilidad de que el monstruo del lago Ness haya llegado a hacer una pasantía veraniega.

Es más, sigue el juego y, comenta, como un experto integrante de los Archivos X, que el monstruo del lago Ness aparece, ''pero sólo de noche''. ¿Han desaparecido algunos miembros de Cepal? ''Sí, han desaparecido varios'', comenta, y vuelve a reírse.

Pero él sigue estoico en el pasillo de las oficinas que empiezan con la letra T. Con un envidiable aire acondicionado, mientras Santiago de Chile se empina un sol de 35 grados, y protegido por una amplia biblioteca, donde resaltan decenas de lomos en inglés y español.
Estoico y contento, en realidad. Porque confiesa, un poco complicado ante una pregunta, como si cayera en un pecado del ego, que ''me preguntaron si estaba disponible, pero yo dije que no, que esa oportunidad la debe recibir la gente más joven, que yo quiero poder seguir reflexionando, con libertad, sin compromisos administrativos, para contribuir al enorme desafío que enfrenta Chile para mejorar el crecimiento, hacerlo más estable y reducir significativamente la desigualdad. Espero poder contribuir de esta manera''.

Es que para nadie es un misterio que los integrantes de la Corporación de Investigaciones Económicas para Latinoamérica (Cieplan) -de la que Ffrench-Davis es cofundador- están de vuelta, reposicionando su mirada, debido a la evidente fractura del modelo, que la nueva presidenta, Michelle Bachelet, se comprometió a seguir corrigiendo.

Pero aunque decidió decir 'paso', el DC altísimo y delgado, al que llaman de Le Monde (Francia), El País (España), Fohla (Brasil), Clarín (Argentina) o Reforma (México), con frecuencia, no logra disimular su preocupación. Una inquietud por el inminente anuncio de Bachelet sobre lo que será su primer gabinete, en el que estrenará paridad para ambos sexos.
La aprensión tiene que ver con ''lo clave que será la designación del equipo económico. Ojalá que haya en los designados la convicción de que hay que intensificar la corrección del modelo'', explica el economista, autor de, entre otros libros, ''Reformas para América Latina: después del Fundamentalismo Neo-Liberal'' (Siglo XXI Editores, 2005) y ''Entre el neoliberalismo y el crecimiento con equidad: tres décadas de política económica en Chile'' (J.C. Sáez Editor, 2003, en su tercera edición).

''Mi mensaje respecto del contenido es que tenemos que acentuar las correcciones del modelo económico, para que la equidad se incorpore mejor en el funcionamiento de los mercados, y la política social no tenga que estar recogiendo tantos perdedores, sino que contribuyendo a generar ganadores de desarrollo. Así vamos a estar expandiendo el bienestar de Chile´, sostenidamente, progresivamente, a más y más chilenos, eso es crecimiento con equidad'', subrayó.

Crecer con equidad
-Uno de los aspectos que preocupan sobre la designación del ministro de Hacienda, es cuál será el enfoque en relación al tema cambiario. ¿Le preocupa el tema?-Por supuesto, porque es muy clave en las políticas macroeconómicas... El Chile deprimido de l999 al 2003 (todo un quinquenio), se debió a una falla macroeconómica. Porque no se puede celebrar sólo el premio mundial de macroeconomía. Los que otorgan ese premio les preocupa sólo la inflación y el orden fiscal. Son importantes, pero son sólo una parte, por lo que si la política económica se olvida del resto, lo hace mal para el conjunto de la economía. Lo central para crecer con reducción de la desigualdad, es lo que sucede con el desarrolllo productivo. Si durante cinco años promedia una tasa de crecimiento del PIB de 2,5%, siendo que podría alcanzar a 5%, sin problemas, es porque hay una profunda falla macroeconómica. Y la evidencia económica (no la visión ideológica neo-liberal), lo confirma.

-¿Y cómo corregir aquéllo? Una de las correcciones es lo cambiario, que depende del Banco Central. Necesitamos corregir la institucionalidad. El Banco Central debe asumir, de manera explícita, la tarea de dar estabilidad macroeconómica a los productores. Lo que pasa por el tipo de cambio y el impacto de sus políticas sobre el empleo y la coyuntura económica. ¡El Banco Central no puede limitarse al control de la inflación, punto! Inflación bajo control y alto desempleo con PYMEs deprimidas, como sucedió en 1999-2003, indica una falla en el manejo macroeconómico. No resiste el menor análisis el planteamiento de que, súbitamente, el gobierno llenó de lomos de toro la economía, y que por eso tuvimos un resultado tan magro de 2,5% en ese quinquenio.

-¿Eyzaguirre y Corbo han sido demasiado principistas al no intervenir el mercado cambiario?

-El manejo cambiario ha sido desafortunado, y con un sesgo contra el desarrollo exportador. El sesgo es que el Banco Central intervino en el 2003 para bajar un tipo de cambio alto y no intervino para subir uno excesivamente bajo como en estas semanas recientes. Está probado, no sólo en las economías en desarrollo, sino también en las más desarrolladas del mundo, que un tipo libre-libre es muy inestable. La política cambiaria ha estado demasiado cargada a las modas neo-liberales en boga, lo que es fatal. Así lo ha dicho, muy acertadamente, el senador Foxley, con todas sus letras. Comparto los planteamientos de los senadores Foxley y Ominami en la Comisión de Hacienda. La moda de estar con el tipo de cambio totalmente fijo en un momento, y luego saltarse a la otra punta, y dejarlo libre-libre, implica una inconsistencia analítica, además. Lo que se necesita es un tipo de cambio con flexibilidad, administrada por la autoridad, coordinadamente entre el Banco Central y Hacienda. Una economía que requiere mucho desarrollo, no puede funcionar bien con dos cabezas, una autónoma de la otra.

-Todo esto tendiente a crecer con igualdad, el slogan de la Concertación.
-Claro, porque con esos altibajos va a haber más desigualdad, más empleos informales, exportaciones con menor valor agregado; no se aprovechan las oportunidades que brindan los acuerdos comerciales, dándole con un dólar ficticiamente barato más oportunidad a los chinos, a los estadounidenses y europeos para que vendan aquí. Y nosotros vamos a encerrarnos en la explotación de los recursos naturales con poco empleo productivo y reducido valor agregado.
Mercado de capitales y PYMEs

-Bachelet va a sentir en carne propia los primeros efectos del TLC con China. Un tratado al comienzo muy celebrado, pero sobre el cual han ido apareciendo poco a poco muchos reparos, sobre todo cuando se trata de la pequeña y mediana empresa.-En este tema es importante lo que ya hablamos, la corrección cambiaria. Porque las PYMEs con un dólar a $515 ó $520 es muy poco lo que puede aprovechar de las oportunidades de exportar y debe competir en desventaja con las importaciones. Sufren no sólo los exportadores, sino también la otra cara, todos aquéllos que importan, con aranceles cada vez más reducidos y con un tipo de cambio deprimido. Más allá de lo cambiario, hay que evitar estos shocks de la demanda agregada, aceleradas no sostenibles y luego las caídas abruptas.
-Porque ahora estamos en la parte bonita. La demanda se ha reactivado, crece 10%, el PIB 6%. Pero eso no va a durar todo el tiempo... Que el royalty no se concentre en apoyar a los más grandes o llamativos, sino al impulso e incorporación de innovación tecnológica en la mediana y pequeña empresa. Porque ahí es donde están las grandes brechas de productividad y fuentes de desigualdad. Hay que hacer un programa nacional de capacitación, a partir de los avances logrados donde las PYMEs se sientan incorporadas. Debe haber una política deliberada de apoyo a las PYMEs.

-Finalmente, una corrección del mercado de capitales, para fortalecer el capital de largo plazo y el financiamiento del desarrollo productivo, es una de las reformas que también puede protegernos de los peligros de los TLC, de los shock externos. Tenemos que crear los canales en Chile para que las AFP, contentas, decidan invertir progresivamente los 20 mil millones de dólares que tienen invertidos afuera. Con ello ganan los afiliados, pues su empleo mejora con las mayores inversiones productivas en Chile y ganan las PYMEs. Eso da crecimiento con equidad.

-Entonces, ¿por ningún motivo ampliar el margen de inversión de las AFP en el extranjero, tal como lo solicita constantemente la Asociación de AFP?

-Eso es el camino fácil, refleja falta de imaginación. Bueno para los comisionistas y malo para los trabajadores chilenos que van a jubilar en Chile; malo para las PYMEs. Hay que fortalecer, con decisión, el segmento de largo plazo del mercado de capitales.

Pero también es justo decir que el experto de Cepal, a pesar de las críticas, vive, al igual que la economía mundial, un ciclo de optimismo, el que en su caso le debe la energía, casi toda, al triunfo de Michelle Bachelet.
''Estoy muy contento, sobre todo por la amplitud (de la elección presidencial). Que fue más amplia que el triunfo de Lagos sobre Lavín'', subraya, y agrega que ''(la votación) es un mandato claro para ejecutar el programa de la Presidenta, avanzando fuertemente en reducir la desigualdad, y ello exige acentuar las correcciones del modelo económico, para acercarse más a un crecimiento más sostenido, y con mucha más equidad.
Fuente "El Mostrador"
por Lino Solís de Ovando G.

1/26/2006

DECLARACIÓN PÚBLICA

Profunda molestia y desconcierto han provocado las recientes actuaciones del Senador Mariano Ruiz-Esquide, en dirigentes y militantes que suscribieron el documento que fue a entregar a la Mesa partidaria. Particularmente en aquellos que hoy integramos activamente la tendencia progresista. Esto por dos motivos. Uno, porque dicha acción se efectuó fuera del contexto electoral en cual había sido elaborado el referido documento. En realidad, éste estaba destinado a fijar posición dentro de las filas demócrata cristiana en la interesada polémica sobre humanismo cristiano de hace unos días en nuestro país. Y dos, porque al momento de la entrega, el senador asumió una vocería o representación que no se condice con la realidad actual del sector progresista de la Democracia Cristiana.

Por lo anterior, resulta incomprensible que un documento elaborado y hecho circular al interior del Partido con fin señalado, se use como pretexto de respetables camaradas, para amplificar su posición personal frente a las elecciones internas de abril.

Es necesario recordar que nuestro Partido postula la democracia como instrumento de participación popular verdadera, y que también la concibe como una forma de vida ciudadana, más que como una mera forma de gobierno. Por ello, el futuro proceso electoral interno, más allá de a quienes enfrente, será beneficioso para nuestra convivencia y fortalecimiento de las estructuras partidarias en la misma medida que posibilite un auténtico ejercicio democrático, pues las bases miran con distancia los esfuerzos unitarios cuando son meramente copulares.

En pos de aquello y de la atención que el Chile de hoy demanda de una Democracia Cristiana comprometida con sus valores fundacionales, quienes integramos el sector progresista hemos venido articulándonos aún en las estrechas condiciones actuales. Aunque, obviamente, no es la nuestra una articulación excluyente, tanto el resguardo de aquel noble objetivo como el respeto por el trabajo tangible y sistemático de quienes sustentamos hoy el progresismo, nos obliga a rechazar este ejercicio comunicacional extemporáneo.

Lamentamos hacerlo por esta vía, pero fue el canal por el cual nos enteramos y es útil hacerlo así para evitar eventuales confusiones de la ciudadanía en general y de nuestra militancia en particular.

Saludan atentamente,

Héctor Escobar, Presidente Distrital PDC Provincia Cordillera.
Carlos Cárdenas, Vicepresidente Frente Nacional de Trabajadores DC.
Juan Antonio Alvear, Presidente Comunal PDC Pirque.

1/19/2006

Elección Presidencial: Proyecciones que Deja el Proceso



Por Antonio Cortés Terzi
Suele ocurrir que, una vez finalizada una elección presidencial, las actividades y los análisis políticos tiendan a desplazarse rápida y radicalmente hacia otros asuntos, dejando casi en el completo olvido los escenarios y procesos que precedieron el desenlace electoral.
Por supuesto que es natural y comprensible que los vencedores se aboquen a la organización y planificación de la gestión gubernamental que se inicia y que los perdedores se dediquen a tomar medidas para evitar seguir pagando costos y a preparar su estreno o reestreno –en este caso- como oposición.

Pero que ambas conductas sean naturales y comprensibles no significa que necesariamente deban ser excluyentes de otras ni que su extrema priorización y la respectiva omisión de lo recién pasado sea lo más conveniente y sabio para definir pasos contingentes y futuros.

Aprovechar las Enseñanzas

Experiencias de la elección presidencial anterior arrojaron enseñanzas al respecto. Por ejemplo, si la derecha y, en especial la UDI y el lavinismo, hubiesen trabajado concienzudamente en diagnósticos e interpretaciones acerca de las verdaderas razones de la sorpresa electoral que protagonizaron el 99, probablemente no hubieran seguido un diseño estratégico que terminó en el agotamiento de la figura de Joaquín Lavín.

Por otra parte, una mejor evaluación -de parte del gobierno y de la Concertación- acerca de lo que había ocurrido en la etapa previa al evento electoral que eligió a Ricardo Lagos como Presidente, posiblemente habría impedido o morigerado las características erráticas de los dos primeros años de gobierno.
Es cierto que muchos de los acontecimientos presentes en una campaña electoral son de rango transitorio o "inorgánico", al decir de Gramsci, esto es, que no se articulan a fenómenos mayores, pero, por supuesto que hay otros que sí tienen "organicidad".
La reciente campaña electoral estuvo particular y notoriamente inmersa en fenómenos y procesos "orgánicos" que, por tal condición, seguirán formando parte de los entornos y de los escenarios creados a partir del triunfo de Michelle Bachelet. De ahí lo aconsejable de no perderlos de vista a la hora de los análisis proyectivos que inspirarán las decisiones de los principales actores políticos.

Consejo tanto más atendible habida cuenta de lo siguiente: en el curso de la reciente campaña se pusieron en juego procesos relevantes que atañen a cuestiones políticas y socio-culturales profundas, que aún están en desarrollo, que no fueron resueltos por el resultado electoral y cuyas dinámicas deberían seguir siendo atendidas pues, de lo contrario, podrían devenir en esos típicos procesos "inconscientes" y subterráneos que perturban el desenvolvimiento de la política y que acumulan amenazas de situaciones críticas.

Relaciones entre Política, Liderazgos y Partidos

En el curso de la campaña se evidenció que es cada vez más frágil y menos decidor el sistema tradicional de relaciones entre los liderazgos (presidenciables), la política y los partidos. Si se incluye a Soledad Alvear dentro de las personalidades que participaron en la contienda electoral, se tiene que las dos figuras más articuladas a ese sistema tradicional (ella y Joaquín Lavín) quedaron en el camino y, en cambio, prosiguieron la marcha las que se encontraban más "alejadas" de tal sistema.

El "alejamiento" de Michelle Bachelet es más que obvio. Y su campaña, en especial en la primera vuelta, tuvo como una de sus improntas marcar ese alejamiento. Si bien Sebastián Piñera pudiera parecer más asimilado al sistema político tradicional (ex senador, ex presidente de partido, etc.), siempre ha ejercitado la política de manera relativamente sui géneris y su campaña, en particular en la segunda vuelta, acentuó en sus características de empresario y de profesional altamente calificado.

Es decir, más allá de que en la imagen de alejamiento de la política tradicional haya cuotas de manejo comunicacional premeditado para intentar eludir el desprestigio de la actividad política, lo cierto es que las candidaturas que se impusieron hasta el final, efectivamente, contaban con antecedentes objetivos para presentarse como distantes al arquetipo del político tradicional.

Apariencias que Eran Reales

Pero el verdadero asunto radica en que tras la imagen de alejamiento de la política tradicional de las dos candidaturas había más que pura imagen.
En primer lugar, tenía un amparo social que iba más allá del desprestigio de la política. La sociedad chilena ha percibido que el país está entrando en una etapa distinta, que se está cerrando un ciclo y abriendo otro. Por lo mismo está expectante en cuanto a cambios. Las candidaturas "no tradicionales" respondían a esas expectativas. Es decir, dada la carencia de proyectos y programas transformadores acordes a esas expectativas, la demanda ciudadana de cambio se subjetivó y se depositó en la novedad representada por las candidaturas. En consecuencia, el "distanciamiento" de los candidatos de la política tradicional era congruente para los efectos de representar las expectativas de cambio. Y esta es una de las cuestiones que se instalaron en el período electoral y que han quedado pendientes.

Y, en segundo lugar, en ambas candidaturas había voluntad, intención o, al menos, ganas, de alejarse de la política tradicional o, más precisamente, de los círculos y circuitos de poder tradicionales y que han dominado la escena política en los últimos años. Ni Bachelet ni Piñera tienen pertenencia cabal a algunos de esos círculos y tampoco se sienten cómodos con su cercanía.

Separarse de ellos, por tanto, era un ánimo inspirado un poco en convicciones, otro tanto en requerimientos político-comunicacionales, pero, sobre todo, en una necesidad nacida de las leyes del poder.

Por eso es que, tanto la una como el otro, tomaron más medidas que las necesitadas para salvar los aspectos formales y comunicacionales del problema. Avanzaron en la perspectiva de dotarse de equipos políticos propios sobre las cuales ir erigiendo una nueva elite competitiva con las tradicionales. Y hasta en la cuestión del reclutamiento para la fundación de esa pretendida nueva elite hubo coincidencias en ambos. Lo común fue desplazar personalidades muy identificadas con el "tradicionalismo" para darle cabida privilegiada a tecnócratas y tecnopolíticos, de preferencia culturizados profesionalmente en EEUU.

Propósitos Frustrados

Huelga decir que los intentos por generar elites bacheletistas o piñeristas quedaron frustrados. En el caso de Piñera, simplemente, porque perdió la elección rodeado de su potencial cuerpo elitario y porque la fuerza orgánica y parlamentaria de la UDI tenderá a regenerar el sistema tradicional al seno de la derecha.
Y en el caso de la Presidente electa, porque el proceso quedó extremadamente lesionado después de la primera vuelta y porque, al fin de cuentas, el mérito principal de su triunfo se radicó finalmente y en altísimo porcentaje en el "sistema tradicional" que, en el caso de la Concertación, incluye el protagonismo del gobierno.

Dicho brevemente, las dos candidaturas que arribaron a la segunda vuelta y con independencia de las razones íntimas o circunstanciales, desataron dinámicas que pusieron en cuestión la vigencia y las confianzas que regían el sistema tradicional de relaciones políticas, pero sin construir un sistema alternativo ni nuevos círculos o elites que se visualicen capaces de una renovación pronta del sistema.

De lo dicho se desprende que hay dos cuestiones que, instaladas en el curso de la campaña y no resueltas con el acto del 15 de enero, continuarán flotando en el ambiente de los factores influyentes en el cuadro post electoral.

La primera es cómo responderán los dos principales bloques políticos y el futuro gobierno a las demandas de cambios en las orientaciones políticas originadas en la percepción pública de que el país debe abrirse a otra etapa.

Y la segunda, muy articulada a la primera, por cierto, es cómo resolverán esas mismas instancias la renovación de los respectivos círculos y circuitos de poder político, que no sólo fue una oferta de campaña, sino que, además, es un tema que quedó planteado empíricamente tanto porque esa renovación se insinuó prácticamente durante el proceso electoral como porque los cuerpos y mecánicas políticas tradicionales salieron lesionadas en su prestigio y funcionalidad.

Temas Legados del Período Electoral

Las respuestas a estas cuestiones estarán bastante condicionadas por situaciones que se incubaron o manifestaron, desarrollaron y evidenciaron a lo largo del período electoral. De esas situaciones hay tres que merecen atención privilegiada por el peso que tendrán en las decisiones
gubernamentales, pero, sobre todo, porque influirán en definiciones que deberán adoptar ambos bloques políticos y porque, a la postre, presionarán sobre la marcha de la política nacional. A continuación se esbozan tales situaciones.

1. Hubo grados no menores de incongruencias entre las propuestas programáticas de ambas coaliciones y los asuntos que, en el debate público, más llamaron la atención por su trascendencia y por sus coincidencias con las percepciones sociales acerca de la apertura de una nueva fase. Quiérase o no, la verdad es que los énfasis programáticos de ambas candidaturas fueron bastante inerciales y muy poco innovadores en relación a la idea de un cambio de ciclo. Sin embargo, durante la campaña y casi de manera espontánea salieron a la luz discusiones que recogieron coherentemente sensibilidades ciudadanas y que dieron mejor cuenta de las expectativas sociales de cambio. La distribución de la riqueza, de la calidad del empleo, de las relaciones laborales, de las desigualdades sociales, etc., fueron cuestiones que calaron en la opinión pública y que nutrieron una suerte de sentido común crítico y aspiracional.

Bien se podría decir que de manera aún difusa, de manera más implícita que explicita, en los últimos meses y teniendo como estímulos las campañas, la ciudadanía empezó a hacer suya una crítica social sustantiva y que gira en torno a temas genéricos, como la desigualdad social y sus efectos discriminatorios y reproductores de injusticias. En este último tiempo ha habido una suerte de desarrollo de autoconciencia colectiva de que somos un país socialmente escindido. Queda la impresión que en la ciudadanía se ha incubado una visión más holística de sus demandas, mientras que la oferta político-programática sigue siendo más bien casuística.

El problema que deriva de esta hipótesis es que la ejecución de los ejes de los compromisos programáticos no es suficiente para responder a las expectativas masivas.

Peculiares Tomas de Decisiones

2. A lo largo del proceso electoral aparecieron muchas señales indicativas de serios trastornos y hasta degeneraciones en las mecánicas y funcionalidades de los actores y sistemas de toma de decisiones políticas.

Sería demasiado largo tratar cada una de esas señales. A continuación se puntualizan tres que ilustran y grafican la idea gruesa:

- El lanzamiento de la candidatura de Sebastián Piñera, si bien cumplió con requisitos político-formales, fue, en lo esencial, producto del uso de los recursos propios de la facticidad del poder. Por otra parte, convertido en candidato único de la derecha concitó el agrupamiento de sectores de todo el arco de poderes factuales. Y aunque no logró comprometer al circuito de poder extrainstitucional de la derecha como tal, sí consiguió que determinadas áreas de los poderes factuales, actuaran militantemente y casi con desparpajo (en ese plano destacan algunos canales de televisión, fracciones del mundo empresarial y de la jerarquía eclesiástica), lo que sumado a los equipos político-técnicos reclutados para su candidatura, hizo que adquiriera virtual plena autonomía y un formidable poder personalizado.

Considerando lo anterior, puede decirse que la candidatura de Piñera fue un momento involutivo para la derecha, en el sentido que interrumpió el proceso institucionalizador que se venía dando en el sector e implicó una regresión hacia las fórmulas factualistas que caracterizaron a la derecha durante casi toda la década de los noventa.

- En la primera vuelta, la campaña de Michelle Bachelet fue políticamente (o "apolíticamente") casi caótica, donde se mezclaban visiones cercanas al populismo tradicional (relación sin intermediarios entre el líder y la masa) con "modernas" visiones de la política en clave mediática. El centro de toma de decisiones fue siempre misteriosamente difuso, lo que ocultaba, en definitiva, la inexistencia de un foco decisional. Los vínculos entre los principales actores de la Concertación, es decir, entre el comando, los partidos, los parlamentarios y el gobierno, fueron febles, informales y nunca orgánicamente estructurados. Un celo protector excesivo y sectario fue la impronta "cultural" del enigmático comando.

Que las cosas ocurrieran así puede deberse a varias razones. Por ejemplo, a la voluntad de recrear estilos de campaña o al ánimo de reinventar la política a la luz de la idea –devenida en entelequia- de "ciudadanización de la política". Pero, ninguna de las razones que se arguyan para explicar el fenómeno llegaría al fondo del tema, si no se tiene en cuenta que lo que primó en esas conductas fue la desconfianza en los actores y sistemas tradicionales de la Concertación, es decir, en las mecánicas y formas que había practicado hasta entonces la Concertación para tomar decisiones y que resultaban de una mezcla de respeto a las instituciones con dinámicas informalmente reconocidas y factuales.

En otras palabras, el "bacheletismo" en esa fase despreció o subvaloró la "institucionalidad concertacionista" y trató de suplirla por un modelo de relaciones personalizadas. Tal modelo fue funcionalmente un fracaso y, además, su puesta en escena terminó por resquebrajar aún más la
institucionalidad concertacionista tradicional, merced a que hacía rato venía sufriendo un proceso de agotamiento.

- El indicador más claro y categórico que la campaña de Michelle Bachelet se quedó sin institucionalidad (ni concertacionista ni bacheletista) está en las radicales modificaciones que vivió de hecho la campaña en la segunda vuelta. Modificaciones que tuvieron una esencia muy simple: la iniciativa política y el protagonismo pasó a manos del gobierno y la capacidad operativa se reconstruyó sobre la base de trasladar hacia la campaña personal y lógicas institucionales gubernamentales.

En definitiva, conjugando esto tres datos, lo que se tiene como "amenaza" es que se mantenga, durante tiempos indefinidos (lo que se demoren los partidos y bloques en recomponer e reimponer sus institucionalidades), un cuadro caracterizado por una gravitación desproporcionada de un poder factualista de derecha (originado en la candidatura de Piñera) y por un protagonismo excesivo del gobierno, como resultado de los procesos desinstitucionalizadores que se sublimaron durante el período electoral y que afectaron a ambos sectores.

Ninguna duda cabe que un cuadro de esa naturaleza distorsionaría seriamente el sistema político, pues no sólo podría implicar la subsumisión del papel de los partidos y de las alianzas de partidos, sino también una extrema formalización de los roles y mecánicas de la institucionalidad y prácticas democráticas.

¿Retorno a la Polarización?

3. Con el desarrollo de las campañas electorales se fue insinuando la posibilidad de reinstalación de relaciones políticas polarizadas o confrontacionales entre la derecha y la Concertación. De una polarización sustantiva y no puramente desatada por la coyuntura electoral y tampoco referida a los ejes confrontacionales del pasado reciente.

La incipiente polarización tiene que ver fundamentalmente con percepciones y diagnósticos de la derecha según los cuales se estaría gestando y creciendo –particularmente en Chile y en América Latina- un clima social adverso al estatus económico y socio-cultural que hegemonizó la década de los noventa y que –bemoles más, bemoles menos- en Chile se ha mantenido hasta ahora. Estatus que consideran de su paternidad en lo sustantivo.

El drama para la derecha es que ese clima social adverso apunta a la esencia misma de las dos áreas más caras a la ideología derechista: al modelo económico y a lo cultural-valórico y, además, sienta las bases para potenciar proyectos "autónomos" de izquierda o de centro-izquierda.

Dicho de otra manera: la derecha ha percibido que para los gobiernos de centro-izquierda las reglas del juego se han modificado a su favor. Hasta no hace mucho esos tipos de gobiernos les eran relativamente inofensivos porque los climas sociales y políticos y los grados de consensos (activos o pasivos) sobre materias económico-sociales y valórico-culturales, los forzaban a sujetarse a los parámetros esenciales del estatus. Ahora, en cambio, los consensos sociales van más por el lado del criticismo económico-social y por el lado del progresismo valórico. Ergo, a los gobiernos de centro-izquierda se les abre un mayor campo para actuar con más audacia.

El Dilema de la Derecha

Bajo esta mirada, la derecha chilena está en la disyuntiva de definirse por estrategias de poder o de contención. Para intentar ser gobierno deben concederle en algo al clima social criticista y progresista. Pero tales concesiones serían, a su vez, concesiones al gobierno de centro-izquierda y, por ende, podrían contribuir a transformaciones indeseables. A la inversa, para evitar o intentar evitar ese tipo de transformaciones debe aplicar una estrategia de contención, lo que implica confrontar radicalmente al gobierno y navegar contra el clima social.

Lo previsible a este respecto es que la tendencia que se imponga, al menos en una primera etapa y después de dos o tres meses de gracia, sea la de confrontación. En primer lugar, porque fracciones de la "derecha grande" efectivamente le temen a Michelle Bachelet. Le temen menos por racionalidad política que por sus almas irracionalmente prejuiciosas, conservadoras y discriminadoras. En segundo lugar, porque la derecha supone que la mayoría que conforma, dentro de la Concertación, el subpacto PS-PPD-PRSD, tiende a izquierdizar la coalición de gobierno. En tercer lugar, porque sabe que el clima social que propende hacia el liberalismo cultural-valórico y al criticismo social es un fenómeno en alza. Y, en cuarto lugar, simplemente porque la Concertación también es mayoría parlamentaria.

En suma, ese contexto presiona para que la disyuntiva que vive la derecha se resuelva inclinándose por la alternativa de contención que es, naturalmente, confrontacional y en la que la facticidad de sus poderes tendrían funciones claves.

En definitiva, los principales actores políticos quedaron con tareas pendientes que de hecho se autoasignaron durante las campañas, a saber, i) readecuar sus propuestas programáticas al clima criticista y de expectativas holísticas que tiende a primar en la sociedad, ii) resolver los efectos desinstitucionalizadores que ha afectado a la política en los últimos meses y iii) en el caso de la derecha, definir su estrategia opositora que, en el fondo, implica optar por la hegemonía de las lógicas políticas institucionales o por una hegemonía que amalgame una lógica política de
contención con las lógicas de los circuitos fácticos de poder.

Una Reflexión Final

Desde hace algún tiempo se ha escuchado mucho a políticos y analistas diagnosticando que el gobierno que se iniciará en marzo se encontrará con un terreno muy facilitador de su gestión y que, por lo mismo, debería lucir éxitos sin recurrir a esfuerzos extraordinarios. Tales diagnósticos se asientan fundamentalmente en dos bases: i) en los pronósticos para la economía nacional que se visualizan favorables al menos por un par de años más y ii) en el supuesto que el cuadro político y social se desenvolverá de manera igual o similar a como se ha desenvuelto hasta ahora.

Concedámosle a los economistas –para no extender el artículo- que la economía es una "ciencia exacta" y que sus pronósticos son fiables y confiemos, entonces, que la economía no será un asunto que dificulte o complique los escenarios políticos.Pero lo que no se puede dar por sentado es que el cuadro político y social permanecerá inmutable. Puede ocurrir. Pero lo que no debería perderse de vista es que hay tendencias y contextos fuertes que se mueven en un sentido alterador y modificador del actual estatus político.

En política hay una suerte de axioma que puede ser causal de gruesos errores o imprevisiones. Se piensa que en períodos de estabilidad y bonanza económica la conflictividad social y política es de baja intensidad y, por ende, la política queda temporalmente eximida de amenazas de trastornos significativos. Tal vez y sólo tal vez, ese "axioma" tuvo validez en otros momentos de desarrollo económico-social. En la actualidad está lejos de ser una "ley de hierro".
En una sociedad, como la chilena, que transita avanzando en modernización, los momentos de expansión económica se prestan para que se expresen conflictos sociales postergados a consecuencia de malos momentos económicos o que se develan más acuciantes a propósito, precisamente, del crecimiento económico.

Si se observan con cuidado algunos de los fenómenos que se presentaron en los últimos meses, se descubre que la "cuestión social" está experimentando vuelcos por la expansión de sus contenidos. Durante años estuvo concentrada en el tema de la pobreza, luego se le agregó la cuestión del empleo y recientemente se le han ido integrando materias atinentes al mundo laboral en general. Un buen crecimiento económico de por sí, lejos de aquietar esas aguas, las remueve.

Crecen las Expectativas

Pero el asunto es más amplio. Lo que se ve venir es una sociedad que agrega expectativas a sus demandas y que esas expectativas son de orden más complejo, porque se formulan desde una sociedad que empieza a expresarse con nuevas escalas cultural-valóricas. Si alguien interpreta el notable cambio cultural-valórico que implica la votación femenina obtenida por Michelle Bachelet, como un transitorio capricho o veleidad de "minas", no estaría entendiendo nada de lo que sucede en lo más profundo de la sociedad chilena. Tras esa votación existen expresiones de autovaloración individual y colectiva de los mundos femeninos y de aspiraciones de superior protagonismo. Y esos cambios no tienen por qué leerse constreñidos a esos espacios. Son indicadores de un sentir social más amplio.

Ahora bien, estos vuelcos o expansión temática de la "cuestión social" y esos cambios cultural-valóricos son factores que potencialmente pueden presionar para los efectos de revisar las agendas programáticas –no sólo del gobierno-, pues las agendas conocidas no dan cuenta cabal de tales fenómenos.

En suma, a diferencia de lo que muchos piensan, no hay ninguna garantía que el período que se abre se preste para el apoltronamiento político y para el tranquilo ejercicio de un gobierno de impronta administrativamente hacedora.

1/10/2006

El Desafío Actual de la Opción Humanista Cristiana


Los caminos del Humanismo Cristiano

Los chilenos y chilenas que nos hemos identificado y comprometido desde siempre con la opción humanista cristiana queremos reiterar el sentido histórico de este compromiso. El Humanismo Cristiano es una profunda corriente de pensamiento y acción, de carácter ético e intelectual, que se enraíza en el testimonio de Cristo en su mensaje del Nuevo Testamento. En la antigüedad, el medioevo y el renacimiento se nutre de la experiencia de las comunidades primigenias, de los primeros pastores, y de figuras como San Agustín, San Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino, Erasmo y Santo Tomás Moro. En la modernidad fueron las Encíclicas Sociales, Rerum Novarum, seguida de Quadragesimo Anno, Centesimus Annus y muchas que les siguieron hasta hoy, las que motivaron a miles de hombres y mujeres a tomar sobre sus hombros la tarea de construir en el mundo, también en Chile, una sociedad fundada en los valores evangélicos. Luego de los horrores de las dos Guerras Mundiales, incluido el genocidio provocado por el nazismo y el fascismo y el progresivo conocimiento de los escalofriantes sufrimientos humanos asociados a los socialismos reales, fue surgiendo y vitalizándose una versión contemporánea del humanismo cristiano. Entre otros muchos se distinguió especialmente el pensamiento de Jacques Maritain, quien fue en 1948 uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de las Naciones Unidas, cuyos principios son hoy reconocidos en todo el mundo, en más de 330 lenguas diferentes.

En Chile, jóvenes como Eduardo Frei M., Bernardo Leighton, Manuel Garretón, Radomiro Tomic, Ignacio Palma, Tomás Reyes y muchos más, convergieron y conformaron la argamasa desde donde propusieron un nuevo proyecto político, primero desde la Juventud Conservadora, luego desde la Falange Nacional y finalmente, desde la Democracia Cristiana. Desde su origen, una característica central de este nuevo referente fue su carácter no confesional y pluralista. Un destacado demócrata cristiano, como Jaime Castillo Velasco, fue agnóstico gran parte de su vida. Sin perjuicio de ello, fue la expresión más reconocida de la ideología y doctrina humanista cristiana en Chile. Su compromiso fue totalmente coherente y consecuente, en la teoría y en la acción, como lo demostró con su heroico testimonio por la defensa y promoción de los derechos humanos, después del golpe militar.

Tal como lo ha planteado la Conferencia Episcopal de Chile, el Humanismo Cristiano entre nosotros no es propiedad de nadie en particular. Es un patrimonio común del que nadie puede apropiarse en forma exclusiva ni oportunista, según las circunstancias políticas. Es una doctrina y una práctica que se articulan en una opción ética que permite discernir comportamientos políticos, sociales, económicos y culturales con sentido práctico, tanto en lo nacional, como en lo internacional. La opción humanista cristiana tiene consecuencias importantes en la vida de las personas: se toma un camino y se desecha otro, según su coherencia lógica y su consistencia ética. Aquello es lo que asigna credibilidad y confianza a las propuestas y comportamientos de quienes asumen rectamente la opción humanista cristiana en la acción política.

La dignidad inalienable de la persona humana, la libertad, la fraternidad, el valor fundamental del trabajo, fueron los ideales que llevaron a Clotario Blest y a Manuel Bustos a construir con generosidad y valentía, junto a muchos más de diversos pensamientos ideológicos, el desarrollo del movimiento sindical chileno. Ese mismo compromiso humanista cristiano fue el que asumieron como pastores con tanta pasión e intensidad el Padre Alberto Hurtado, hoy Santo de la Iglesia Católica, Manuel Larraín, Raúl Silva Henríquez, Enrique Alvear, Fernando Ariztía, y tantos otros. Todos ellos lo hicieron, más allá de sus diferencias con otros de su mismo credo religioso. Asumieron el compromiso personal y social de encarnar los valores del cristianismo en una sociedad como la chilena, la que pese a ser abrumadoramente católica, mostraba injusticias y desigualdades escandalosas e inaceptables -muchas de las cuales perduran- pese a las exigencias evangélicas o de un concepto secularizado de justicia y equidad.

Fue así cómo en los años 60, el testimonio práctico de estos chilenos dio inicio a la liberación del campesinado, sometido a una dominación ancestral. Lo hicieron entregando primero las tierras de la Iglesia a las comunidades de sus trabajadores. Luego se aprobó institucionalmente la sindicalización campesina, y así tuvo lugar el enorme paso político que significó dar rango constitucional al concepto de “función social de la propiedad”, para implementar una Reforma Agraria que dio dignidad a millones de chilenos y chilenas del campo. Esta opción cambió uno de los pilares fundamentales de la injusta sociedad tradicional. En esos mismos años la Promoción Popular permitió a millones de chilenos organizarse en Juntas de Vecinos y Centros de Madres para participar activamente en la sociedad. La sindicalización en los centros urbanos e industriales experimentó un salto profundo, superando el 20%, y se generó un significativo avance en las condiciones laborales de los trabajadores chilenos. El impulso al cooperativismo en el campo y la ciudad mostró en ese entonces que era posible establecer un nuevo tipo de organización, fundada en la primacía del trabajo sobre el capital. Sin embargo, esa alternativa sería destruida por la dictadura y su modelo económico “neoliberal”.

Luego de la polarización política de inicios de los 70 y de la caída del régimen democrático, los mismos humanistas cristianos esta vez encabezados por Bernardo Leighton y otros en lo político, así como por el Cardenal Raúl Silva Henríquez en lo espiritual, dieron testimonio de su rechazo al régimen de fuerza que se instauraba, y a su inevitable secuela de represión, dolor y muerte. En esos años, nos sentimos aún más interpelados por el Humanismo Cristiano. Aprendimos a valorar el aporte de hombres y mujeres de otras corrientes doctrinarias e ideológicas, también humanistas, convergiendo así gradualmente en iniciativas orientadas a mantener la esperanza en la recuperación de la democracia plena. En 1980 tuvo lugar un hito fundamental de esa lucha: Eduardo Frei Montalva encabezó el rechazo “en la forma y el fondo” a la propuesta de Constitución de Pinochet, en el acto por el No en el Teatro Caupolicán.

Las violaciones y la defensa de los derechos humanos en Chile

En esos años duros para Chile, los humanistas cristianos no callaron contra la arbitrariedad y el crimen institucionalizados. Algunos fueron asesinados, o hechos desaparecer; otros objeto de atentados, exiliados, relegados y perseguidos. Expulsados de las Universidades y de sus fuentes laborales, muchos fueron marginados de la posibilidad de desarrollarse profesionalmente. Los humanistas cristianos estuvieron junto al Cardenal Silva Henríquez en la Vicaría de la Solidaridad. Defendieron los derechos humanos conculcados, convergiendo junto a hombres y mujeres de otras raíces filosóficas para crear la Comisión Chilena de Derechos Humanos y posteriormente la Comisión Nacional Pro Derechos de la Juventud. Trabajaron en la defensa del sistema autogestionario. Respaldaron y colaboraron, primero en la radio Balmaceda, y luego en Cooperativa y Chilena, baluartes de libertad en los medios de comunicación radial, así como dieron testimonio en la prensa escrita. Las revistas Hoy, Análisis, Cauce y Apsi; el diario La Época, Fortín Mapocho y tantos más dieron la posibilidad de manifestar libremente las opiniones diferentes de los censores oficiales que controlaban la inmensa mayoría de los medios de comunicación.

En esos años, los humanistas cristianos no estaban colaborando con la dictadura. No ayudaron a impulsar el diseño jurídico ni económico de la mayor concentración de poder que haya conocido nuestra patria en su historia independiente. No fueron nombrados a dedo para controlar las organizaciones estudiantiles, sindicales, gremiales o profesionales, ni agredían impunemente a sus propios compañeros a vista y paciencia de las autoridades. No se quedaron con los bienes públicos privatizados mediante procedimientos oscuros que ellos mismos inventaron y controlaron. Menos usufructuaron de las condiciones del mercado, para especular y construir fortunas personales.

El rol de los humanistas cristianos fue clave en los procesos de convergencia social, que permitieron reconstituir y dar conducción al movimiento sindical y al movimiento estudiantil. El avance en las luchas democratizadoras se reflejaría en la creación de instancias como el Grupo de los 24, la Alianza Democrática, el Prodem, la Asamblea de la Civilidad, el Comité por las Elecciones Libres, hasta llegar a la Concertación de Partidos por el No, y finalmente a la Concertación de Partidos por la Democracia. El requisito fundamental para incorporarse a esos referentes fue siempre el de adherir a la democracia, la justicia social y la no violencia como método para poner término al régimen autoritario. El basamento angular de ese acuerdo radica, análogamente a lo señalado por Maritain respecto de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en una “ideología práctica fundamental y en principios de acción fundamentales implícitamente reconocidos hoy, por la conciencia de los pueblos libres. Constituyen una suerte de residuo común, una especie de ley común no escrita, por la convergencia práctica de ideologías, teorías y tradiciones espirituales ampliamente diferentes”.

En estos casi 16 años de democracia reconquistada, hemos aportado, con lealtad y dedicación, al cumplimiento de los propósitos de consolidar la democracia, el desarrollo, la libertad, la equidad, la mayor justicia, la lucha contra la miseria, la construcción de una sociedad incluyente, la conformación de una cultura digna y de convivencia en paz, con plena incorporación de Chile al mundo moderno y mucho más. Esto se ha hecho con los gobiernos encabezados por Patricio Aylwin A. Eduardo Frei R.-T. y Ricardo Lagos E., desde el Congreso y a partir de la sociedad y sus organizaciones. La inmensa mayoría reconoce que Chile es hoy otro país. Ante la próxima decisión ciudadana, hemos considerado oportuno hacer público este planteamiento para hacer presente al país algunos elementos fundamentales, que siendo veraces han sido hasta ahora callados. Con respeto y serenidad, damos a conocer nuestro planteamiento.

La próxima elección presidencial

Tenemos una profunda preocupación respecto de la candidatura ahora única de la Alianza, encabezada por Sebastián Piñera. Aunque él efectivamente mostró en 1980 preocupación por la democracia votando por el No a la Constitución, sus socios principales fueron cómplices y encubridores de los victimarios, o al menos callaron o pecaron por omisión. Cuando fue más imprescindible, no depusieron sus intereses particulares para defender el valor fundamental de la persona humana. Ellos conformaron altos cuadros gubernamentales, fueron miembros de las peculiares comisiones legislativas de los años de la dictadura, y validaron y legitimaron los atropellos a los derechos humanos y la mofa a la democracia que representó la redacción y aprobación del texto constitucional de 1980. Lejos de haber un realineamiento político significativo respecto de 1988 y 1989, vemos que la Alianza se sostiene hoy en los mismos actores que sustentaron política y socialmente la “obra” de Pinochet y que siguen empeñados en su defensa.

La candidatura presidencial de la Alianza tiene como socios estratégicos a quienes han demostrado en forma reiterada que son capaces de manejar el poder sin contemplaciones. La gigantesca concentración de poder económico, social y político que representaría su eventual elección, afectaría gravemente el proceso de profundización de nuestra democracia, y sería una tragedia para el equilibrio de nuestra convivencia. Más aún, nos pone ante el peligro de un gobierno populista de derecha, semejante a los que ha sido tan nefastos en otras naciones de América Latina por sus problemas de gobernabilidad.

Estimamos preocupante para la transparencia y lucha contra la corrupción en la gestión pública, la recurrencia de importantes intereses patrimoniales y corporativos asociados a esa candidatura presidencial. Esas son condiciones que no fijan un límite claro entre el interés privado y el interés público, entre el dinero y la política. A estas alturas nos preguntamos legítimamente cómo es posible que Sebastián Piñera aún no haya declarado su patrimonio financiero y los intereses empresariales en los que participa.

El país no puede retroceder a un modelo en el que los sectores más poderosos de la sociedad, que han tenido un acceso más fácil al Estado y a las decisiones públicas, vuelvan a tener un acceso aún mayor y más privilegiado. Eso representaría un desequilibrio social y político que afectaría la gobernabilidad y la credibilidad del país.

Hacia una cultura de la solidaridad verificada en una economía de la solidaridad

Desde nuestra opción humanista cristiana, con clara consciencia de las circunstancias actuales y de las tareas que deben ser abordadas por el próximo gobierno, pensamos que sin duda serían mejor resueltas por la alternativa política ciudadana representada por Michelle Bachelet.

Para nosotros sigue teniendo total validez la tarea de construir una sociedad justa, libre y sustentada en el respeto a la dignidad de la persona humana. Nuestra tarea sigue siendo la de construir una democracia participativa, fundada en espacios públicos libres y pluralistas, adecuados a las condiciones del siglo XXI, sobre los cuales se constituya nuestra vida común. Chile requiere, especialmente ahora, deliberar sobre la política y la construcción de una ciudadanía activa y fuerte. Para el humanismo cristiano, es vital asegurar una adecuada representación de la ciudadanía en el cuerpo político. Es necesario otorgar a los diversos sectores la posibilidad de contribuir al debate y a las decisiones en los asuntos públicos. Este es un asunto fundamental de la conformación de la sociedad. Por eso el binominalismo, que es un producto del autoritarismo claramente diseñado para excluir y segregar a cientos de miles de chilenos del cuerpo político, debe terminar de una vez por todas. También los chilenos y chilenas debemos dar término a los quórum calificados de las leyes orgánicas, los que mantienen el mismo carácter de imposición y conservación del modelo autoritario que el conjunto original de la Constitución de 1980. Nos parece que Chile merece una Carta Magna que podamos discutir y debatir con plena libertad, sin miedos fundados en el temor irracional a la expresión democrática de la ciudadanía.

Necesitamos subordinar la economía a la persona humana, poniendo al mercado al servicio de su dignidad y de la del trabajo humano, por sobre la propiedad individual. Son principios superiores del humanismo la sustentabilidad social, económica y ambiental, así como la identidad cultural del país. Por eso, tenemos que avanzar resueltamente hacia una real economía social de mercado. Del mismo modo, hay que hacer efectiva la profunda igualdad en la dignidad de las personas, consensuando e implementando profundos cambios en nuestras políticas sociales, de manera de contar con un Estado que asegure el acceso a servicios sociales básicos de calidad y a una previsión social, evitando así la reproducción de las diferencias sociales heredadas.

La solidaridad y el comunitarismo, fundados en el valor de la dimensión social de la persona humana, reconoce la importancia de las comunidades y de sus organizaciones. Es por eso paradójico que una autocalificada candidatura “humanista cristiana” se aparte, en su primer enunciado programático, tan notoria y decisivamente de esta opción. Se define allí el proceso de desarrollo como la “expansión de las libertades reales de… las personas”. Bien sabemos quienes vivimos la experiencia de la dictadura que las libertades individuales son un aspecto fundamental del desarrollo, pero para nosotros el desarrollo humano es mucho más amplio que las libertades individuales de carácter económico, pues aquel se refiere a la estructuración de las identidades sociales desde las más pequeñas comunidades, como la familia, hasta el conjunto de la vida nacional. Desde la cuna hasta la vejez.

Nuestra perspectiva del Humanismo Cristiano no entiende el desarrollo del país como la sumatoria de los progresos individuales resultantes de la operación de los mercados. Nuestra visión es contradictoria con la del reduccionismo economicista liberal. Por eso, es compatible con otros humanismos laicos, evangélicos y muchos otros más, provenientes de las más variadas inspiraciones del pensamiento humano.

Reclamamos una cultura de la solidaridad y los derechos humanos. En particular, añoramos que nuestra cultura, en todas sus expresiones y en todos sus niveles, se empape de los valores y principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Que ellos se transformen en un elemento articulador de nuestra vocación e identidad como nación, involucrando al sistema educativo, así como a los medios de comunicación, y la acción de los organismos públicos, incluyendo el compromiso internacional del Estado con la promoción y resguardo de estos derechos.

Históricamente, los humanistas cristianos chilenos tuvieron una marcada identidad latinoamericana. Nuestro país requiere asegurar para sí un papel relevante en la región, abriendo y profundizando una agenda política latinoamericana. Sustentada en una mirada integral de sus dimensiones políticas, económicas, sociales y culturales. Una política internacional que no limite las relaciones con nuestros vecinos, en forma exclusiva y arrogante, sólo a la búsqueda de “buenos negocios”, lo que sería un desastre a mediano y largo plazo para el país. Especialmente peligrosa nos parece la propuesta de comprometer a Chile en una asociación estratégica de amplias y vagas perspectivas militares en forma casi exclusiva con los Estados Unidos, cuyo actual gobierno está embarcado en una política internacional ultra conservadora, totalmente ajena al sentir y aspiraciones de nuestro pueblo.

Creemos que los chilenos tenemos ante nosotros una tarea que no es pequeña. El país está en condiciones de dar un nuevo salto histórico. Debe elegir a una persona que pueda convocar a todos los chilenos sin exclusiones, a construir un espacio común, un lugar de todos y para todos. Una patria para todos.

Nosotros no dudamos en optar por un proyecto que asegure la promoción de un modelo de desarrollo de carácter integral, basado en principios éticos, enraizado en la historia, y proyectado hacia un mejor futuro para todos los chilenos. Para nosotros, como lo dijera con visión profunda Radomiro Tomic en 1970, el destino democrático del país se asocia indisolublemente a la cultura de la solidaridad, la mística del sacrificio y el trabajo compartido.

Por nuestra historia común y por la indispensable consistencia ético-política, los abajo firmantes entregamos nuestro apoyo a Michelle Bachelet, y confiamos que como primera Presidenta de la República de Chile, encauzará una amplia voluntad mayoritaria. Estamos seguros que entregará todas sus energías en sus cuatro años de mandato democrático al inicio de un nuevo estilo de hacer política y de construir un país: con la gente, compartiendo los esfuerzos y los frutos del sacrificio común, con un horizonte de futuro digno para todos nuestros hijos.
Invitamos a todos los humanistas cristianos a compartir este compromiso, que se enraíza en el ejemplo de las generaciones anteriores. Invitamos a los hombres y mujeres de esta tierra a construir el futuro de Chile sobre los sólidos cimientos de una cultura de la solidaridad, del trabajo y el amor a la patria.
Suscriben el documento:
Mariano Ruiz-Esquide
Renán Fuentealba M.
Belisario Velasco B.
Claudio Huepe
Ignacio Balbontín A.
Florencio Ceballos
Sergio Contreras Villa
Jorge Donoso Pacheco
Juan Guillermo Espinosa
Marco Antonio Rocca
Edgardo Riveros
Sergio Saavedra
Abraham Santibáñez
Emilio Soria
Manuel Acevedo A.
Ataliva Amengual
Juan Andrade
Fernando Arancibia
Patricia Aros Pérez
Ignacio Arriagada
Osvaldo Artaza
Rafael Asenjo
Andrés Aylwin A.
Raúl L. Bagioli
Graciela Bórquez K.
María Angélica Bórquez K.
Rubén Burgos
Humberto Burotto
Marta Eugenia Canto Castro
Jorge Caro F.
Francisco Javier Celedón
Margaret Ciampi
Jorge Cisternas Z.
Ariel Contador
Loreto Cortés
Maximiliano Cox Balmaceda
Bernardino Domínguez Vial
Raúl Donckaster
Patricio Dooner Díaz
María Cecilia Dooner Sepúlveda
Eduardo Abedrapo
Héctor Gárate
Marcelo Chávez
Héctor Escobar
Antonio Alvear
Carlos Cárdenas
Alejandro Manriquez
Ricardo Durán Ossandón
Sergio Elliot Gómez
Manuel Fábrega
Ricardo Flores Fuentes
Giovanna Flores Medina
Rodolfo Fortunatti
Carolina Gárate Peñaloza
Francisco Garay Ruiz-Tagle
Luz García Arcos
César Gómez Viveros
Cristián Gutiérrez Pauqui
Jaime Hales Dip
Sergio Henríquez
María Irigoin
Pablo Jaeger
Francisco Javier Jaeger Bruron
Luis Augusto Jaeger Bruron
Cecilia Jara
Gustavo Jiménez
Ana Kaempffer Fuentes
Humberto Kameid L.
Hernán Köhmenkampf
Urit Lacoa
Antonio Lara B.
Francisco Larenas Bouquet
Ignacio Larraechea
Julio Madrid
Mónica Luna
Víctor Maldonado Roldán
Carmen Gloria Marambio
Hernán Medina Rueda
Sergio Mejías
Carlo Eduardo Mena
María Angélica Monardes
María Luisa Morales Alliende
Luis Moya S.
Fernando Muñoz L.
Sylvia Musalem
Carlo Muñoz Serrano
José Nagel Amaro
Juan Carlos Palma Irarrázaval
Juana E. Peña V.
Jorge Pino Toro
José Polanco
Gustavo Rayo Urrutia
Patricia Quezada Molina
Andrea Reyes
Luz María Reyes Valdivieso
Luis Mario Riquelme N.
Exequiel Rivas
Eduardo Rodríguez O.
Sybill Rogers Casanueva
Gloria Sepúlveda Devia
Bessie Saavedra
Vilna Saavedra
Jacqueline Saintard V.
Tonci Tomic
Patricio Javier Uribe Arratia
Marcelo Zapata C.
Ricardo Villa C.
Gonzalo Wielandt
María Olivia Mönckeberg Pardo
Sergio Erlandsen Le-Fort
Andrés Palma Irarrazaval
Mario Lizana
Eduardo Reyes