Queridas hermanas y hermanos:
En primer lugar quisiera expresar la alegría que me da el que nos reunamos en este 1º de mayo, día de San José Obrero, junto a nuestro Pastor, el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, y junto a ustedes, trabajadores y trabajadoras, hombres y mujeres dedicados al servicio público desde los sindicatos, el parlamento, el gobierno y la oposición.
1. Jesús resucitado, gran noticia de la humanidad
El otro día, en las noticias, creí ver que decían “Jesucristo resucitó”. Seguramente estaba un poco dormido y sólo lo soñé o me lo imaginé. “El discutido líder religioso, que fue horriblemente torturado y ejecutado, se levantó de la tumba, venciendo a la muerte, durante la madrugada del domingo 14 de abril. Sus discípulos, asustados, aún no creen lo que ven sus ojos.” Esa habría sido una gran noticia, el mejor titular. Habría dado para un “Informe Especial”, una edición extra de “Contacto” y para los mejores reportajes del planeta.
Es que esta es la mejor noticia que tenemos. La voceaban con campanas, caballos y banderas los cuasimodistas que llevaban la comunión a los enfermos por los campos que circundan la capital. Lo hacían también en bicicletas, carretelas y camionetas engalanadas en los sectores populares de Santiago. ¡Qué hermosa tradición, llena de alegría y colorido popular!
Es una tradición que cada primero de mayo las noticias hablen de la tradicional marcha, las tradicionales demandas de las centrales sindicales, las tradicionales injusticias que sufren los trabajadores, explotados o maltratados por empresarios que entienden muy mal qué significa la tradición católica. Es toda una tradición.
Hoy lo popular sale a las calles, con custodia policial, pero sin más restricciones. El clamor popular de los trabajadores se escucha en la festividad de San José Obrero como en ningún otro día del año. Hoy se oye, pese a las peleas y divisiones de los dirigentes, la voz de los trabajadores y trabajadoras como si fuera una sola. Es verdad que la gran mayoría no participa en marchas populares o en actos. Por ese motivo se está transformando en una tradición decir que vino poca gente a tal o cual acto.
Pero ¿Saben qué? Las noticias de estos días están extraordinariamente ligadas a la noticia que les contaba al comienzo. La de Jesús Resucitado. ¡ Si, esa. Precisamente esa !
2. Vivir con la dignidad de personas resucitadas
La tradición más importante de
2.1. Proyecto de ley sobre la subcontratación
Si como Iglesia de Santiago felicitamos hoy el proyecto que regulará la subcontratación de trabajadores por parte de las empresas, es porque creemos que debe terminarse la injusticia a que hoy están sometidos esos padres y madres de familia. Debe darse a los empresarios –grandes y pequeños- la responsabilidad de garantizar los derechos de los hombres y mujeres que trabajan para ellos, a través de empresas subcontratistas. Que no se vuelva a repetir que respetar sus derechos como corresponde va a crear cesantía.
¿O es que íbamos a encontrar terrible la corona de espinas de Jesús, y no íbamos a levantar la voz para denunciar el sufrimiento de las familias agobiadas por empleos precarios?
La injusta distribución de los bienes provoca una confusión que lleva a pensar que el centro de la existencia humana está en el tener y no en el ser. El trabajo parece perder el sentido, pues lo importante es el consumo. La plata pasa a ser lo importante, y no la realización del ser humano a partir de su trabajo. Una “cultura de la solidaridad” coloca el centro de la vida en el “ser” y entiende el “tener” como un medio para ayudar al desarrollo del ser.
2.3. Menos pobres aunque más endeudados
Faltan muchas cosas en nuestro país, y a veces vemos que equivoca sus pasos. Hoy hay muchos menos pobres que hace 20 años, pero el escándalo de la inequidad no ha desaparecido. Además, los pobres de ayer, a quienes hoy les alcanza para sacar una tarjeta de crédito de grandes tiendas o supermercados, ahora sufren el agobio de las deudas. Miles de familias están endeudadas por 20 o más veces su sueldo mensual. ¿Por qué? En parte se debe a la fiebre del consumismo que la misma sociedad atiza cada día. Pero, en parte, también, porque el papá compra regalos para su esposa y sus niños, para compensar las horas que no los ve, el cariño que no alcanza a entregarles luego de trabajar 10 o 12 horas diarias y gastar otras más en los medios de transporte urbano. Es una herida provocada en el amor de esas familias, que hoy son menos pobres en cuanto a ingresos, pero no más felices.
3. El trabajo que humaniza
3.1. Una sociedad vive del trabajo de sus ciudadanos
Un abogado chileno escribió hace 59 años “Por el trabajo el hombre da lo mejor que tiene: su actividad personal, algo suyo, lo más suyo, no su dinero o sus bienes, sino su esfuerzo, su vida misma. Con razón los trabajadores se ofenden ante quienes consideran su tarea como algo sin valor, desprecian su esfuerzo no obstante que se aprovechan de sus resultados. Igualmente sienten cuan injusto es que pretendan hacerlos sentir que ellos viven porque la sociedad bondadosamente les procura un empleo. Más cierto es decir que la sociedad vive por el trabajo de sus ciudadanos”. Este abogado era el padre Alberto Hurtado.
Como ha dicho Juan Pablo II en su Carta Encíclica sobre el Trabajo Humano: el trabajo constituye una dimensión fundamental del ser humano, “el trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre” (LE, 3).
Hoy tenemos muchas razones para conmemorar este 1º de mayo, pero decimos con tristeza que también se ensombrece al ver los rostros de aquellos que sienten que el crecimiento económico y la modernización no les toca y, muy por el contrario, se sienten víctimas de la exclusión social. ¿Cuántos jóvenes, adultos mayores, migrantes, no pueden sentirse plenamente parte de la sociedad chilena, sino más bien son el reflejo de una “sociedad de la exclusión?”.
Esperamos con sincera suspicacia el resultado de la comisión que estudia una reforma al sistema previsional. Ha habido propuestas de diversa índole, desde las que solicitan al Estado complementar las cotizaciones de trabajadores y empleadores con un “pilar estatal”, hasta otras que plantean flexibilizar inversiones y cobros e incluir subsidios. Levantamos nuestra oración para que el resultado de esta discusión mire al fondo de los ojos de nuestros jubilados de hoy y de mañana. Exhortamos a autoridades y legisladores a considerar ante todo los valores de la solidaridad y la dignidad humana como la medida última de sus leyes.
Nuestro país para muchos constituye un ejemplo en América Latina. No obstante
El trabajador es “un luchador que exige respeto para su persona, pues, tiene conciencia de lo que significa ser hombre e hijo de Dios; batalla por conseguir, en unión con los otros trabajadores, las condiciones de una vida respetable, pues sabe que se le deben en justicia como recompensa de un esfuerzo que él realiza con honradez, devoción, alegría y espíritu de servicio social” , nos vuelve a recordar San Alberto Hurtado, amigo de los pobres de Chile, patrono de sus luchas sindicales.
Que los apóstoles del Señor Jesús - pescadores artesanales, labradores, ex cobradores de impuestos - nos inspiren con su testimonio del Resucitado. Que San José Obrero, varón justo y solidario, nos sostenga en las horas de fatiga. Que San Alberto Hurtado y Santa Teresita de Los Andes iluminen sus tareas, animados por el ejemplo de laicos como Clotario Blest y Manuel Bustos, signos vivientes del amor al prójimo, especialmente en sus compromisos sindicales.
Fuente: www.iglesia.cl
1 comentario:
Me parece interesante la posición de la iglesia en los temas sociales.
eso obliga los católicos (me incluyo)en llevar una forma de vida acorde al evangelio en nuestros trabvajos y en nuestra relación con los demás
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