9/04/2006

INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA

Desde hace unos años Chile se ha ido transformando, modernizando dicen algunos, “tigre” lo han llamado otros, lentamente y poco a poco, apostando por la estabilidad política y social, junto a un crecimiento económico sostenido y constante.

La estrellita solitaria, modelo de desarrollo para otros países, iba abandonando esa característica provinciana de antaño e incorporándose de lleno a un mundo globalizado. Tratados de libre comercio con países de todo el orbe, eran la manija para entrar a competir en un mercado cada vez más integrado y a la vez, abierto al mundo.

Pero esto mismo, que significaba tasas de crecimiento como nunca se dieron en la historia de este país, implicaba otras responsabilidades.

Aunque las comparaciones siempre parecen odiosas, se hablaba de que Chile era el equivalente de algunos países de Europa Occidental que recibían la inmigración de cientos de ciudadanos de Europa oriental; Chile comenzó a recibir no solo una mayor cantidad de turistas de los más variados rincones del mundo, sino que, de los países de nuestro vecindario, llegaron a inmigrantes en busca de nuevos horizonte, de mejores expectativas de vida, deseosos de encontrar una situación mejor, en comparación a lo que dejaban atrás, en sus tierras de origen.

Sin duda las expectativas de un país que se vanagloriaba de su gran desarrollo y economía, resultaba ser un oasis atractivo ante la realidad de desorden, inestabilidad política y social, ingobernabilidad, falta de expectativas, bajo crecimiento y otros que vivían países como Argentina, Colombia, Perú, Bolivia.

En pocos años, cientos de inmigrantes llegaban a estas tierras y poco a poco los íbamos asumiendo, sin tomar en cuenta lo que esto significaba ni las responsabilidades que esto trae.

Usualmente los centros de migración no se asocian a países que están “en el fin del mundo”. Lo usual es emigrar siempre mirando a los países del norte. Recordar los llamados espaldas mojadas de México, que corren y arriesgan sus vidas por llegar a un lugar que, para ellos, representa la oportunidad de salir de sus condiciones, paupérrimas muchas veces, para en ocasiones caer en otras peores; nos parecía una imagen de CNN o de alguna película, mas no una realidad cercana.

¿Por qué Chile?

Nadie puede desconocer las mejores condiciones económicas, sociales, políticas con que Chile se plantó ante el mundo después de recuperada la democracia. La estabilidad en todos estos sentidos, contrastaba con la de nuestros vecinos. La constante y elevada tasa de crecimiento era un hecho que llamaba la atención y despertaba más que curiosidad en el mundo. Tanto que permitió ser el principal receptor de inversiones, transformar a Santiago en una capital que competía en negocios con los gigantes del continente como Miami, Buenos Aires, Sao Paulo o Ciudad de México. Incluso en conocidas revistas internacionales se reconocía las ventajas comparativas y competitivas que presentaba Santiago de Chile frente a las otras ciudades.

Sin embargo, todo este crecimiento y explosión económica, que le significaron cambios radicales a la sociedad chilena, no la preparó para recibir a los inmigrantes y lo que esto conlleva.

Hay sociedades que se fueron construyendo producto de continuas olas inmigratorias. En el caso de Chile esto fue muy segmentado y determinado a lugares en particular, por lo que no era común recibir inmigrantes.[1]

Desde la década del noventa era posible observar en las calles, a un número significativo de peruanos, bolivianos, argentinos, además de la llegada cada vez mayor de inmigrantes de otros países no vecinos.

Aporte, rechazo, políticas.

Aceptando los más diversos empleos, enviando remesas a sus países de origen, los inmigrantes intentan incorporarse a una sociedad que en general se muestra reticente, particularmente con personas procedentes de ciertos países.

El cambio de paradigma, de convertirse en modelo, lleva a ciertos sectores, incluso a despreciar o menospreciar el aporte de los extranjeros que se avecindan en nuestro país. Del tradicional canto folklórico “y verás como quieren en Chile al amigo cuando es forastero”, se pasa a la soberbia y a un casi desprecio hacia los otros, llegando incluso alguna autoridad a hablar de Chile como “la casa bonita en un mal barrio”

Desconocer lo importante que resulta al acerbo cultural, la riqueza del lenguaje, lo que implica el intercambio con personas de otros países sería desconocer nuestra propia historia. En distintos campos del saber, hemos recibido a través de los años a estudiosos que nos han entregado saber, experiencia y conocimientos que los han puesto al servicio de este país que los ha acogido. Solo recordar a la Universidad de Chile y su primer Rector, el venezolano Andrés Bello, a modo de ejemplo.

Desde el gobierno, si se han desplegado políticas, no se conocen cuáles han sido, en particular para absorber estas manos que buscan trabajo. Se sabe de intentos de regularización, pero si respecto de esta ola inmigratoria existen programas especiales o políticas, éstas ciertamente no son de conocimiento general.

Tiempo atrás, tanto en prensa como en televisión, se hacían reportajes que miraban esta realidad. Sin embargo, mostraban la cara fea o la parte oscura de toda inmigración. La trata de blancas, los “burreros”, las solicitudes de niñas colombianas, argentinas, uruguayas para trabajar en prostíbulos.

Esto es una realidad que no se puede negar, debe ser atendida, y los muchos abusos y engaños a los que son sometidos no deben ser aceptados pues se trata de personas que, por las razones que sean que hayan llegado a nuestro país, tienen los mismos derechos que todo ser humano.

Pero no solo se trata de esta clase de inmigrantes. Los llamados exiliados económicos son muchísimos y la buena imagen de las universidades chilenas resulta ser un atractivo especial para proseguir los estudios en nuestras aulas.

Esta categoría agrega al tradicional aporte, los estudios o la experticia en sus propias áreas de especialización, y pueden llegar a constituir un capital humano de gran importancia.

Si se establecieran políticas claras respecto a la posibilidad de becar a estudiantes para que realizaran sus estudios de postgrados en nuestro país, no solo sería una atracción por el hecho de tener una relativa mejor situación político económica, sino que atraeríamos a personas con pensamientos distintos, con otras visiones, son aires nuevos que, en conjunto con académicos, estudiosos, profesionales y técnicos chilenos podrían incrementar el desarrollo de conocimiento, de tecnología.

La investigación usualmente es un área al debe en nuestro país. ¿Por qué no incentivar trabajos conjuntos, intercambios académicos y el arribo a Chile de quienes quieran tener la oportunidad de desarrollar investigación? ¿O es que solo nos es aceptable la fuga de cerebros hacia Estados Unidos?

Si nuestro país, como dicen, ha logrado niveles de desarrollo en el área económica y se muestra como modelo para otras naciones, ¿no deberían entonces establecerse políticas especiales respecto a promover este desarrollo intelectual, la investigación conjunta y mecanismos diversos de integración, desde lo social, lo cultural y otros?.

Debemos estar claros que nuestro ámbito de desarrollo es en este barrio del mundo. Por más que algunos quieran parecer europeos, somos latinoamericanos y nuestro espíritu es latinoamericano. Nuestro desarrollo como país va de la mano de lo que ocurra en nuestro continente sudamericano.

Cuando normalmente se habla de integración, se asocia casi exclusivamente a integración económica, se insiste en tratados de libre comercio, pero ¿por qué no ampliar este ámbito de integración que redundará significativamente en mejores relaciones con nuestros vecinos a ámbitos tales como el intercambio educacional, el otorgamiento de becas para continuación de estudios, el desarrollo de tecnología o la innovación tecnológica y la investigación?

El desarrollar políticas que sean capaces de acoger, recibir y sumar a los inmigrantes es una tarea de país ante la cual los Demócrata Cristianos debemos tener una postura y definirlas claramente, para nuestro presente y para los próximos años.

¿Acaso alguien dudaría de que entre Uruguay, Argentina y Chile, y solo a modo de ejemplo, no hay sujetos pensantes lo suficientemente capacitados como para intentar ese salto innovador?

Tenemos el capital humano, hoy hay recurso para invertir, somos “atractivos”, ¿qué esperamos entonces para partir?

Por Javier Espinoza Gajardo
Administrador Público
Licenciado en Historia

Magíster en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos



[1] No se olvida la inmigración alemana en el sur de Chile, ni la llegada de españoles producto de la guerra civil, o la llegada de otros tantos en los distintos períodos de nuestra historia. Mas la población chilena no se caracteriza por ser un lugar tradicional de recepción de inmigrantes.

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