3/11/2010

¿Que te hicimos, querido Chile

Por Juan Claudio Reyes S.

Tres noches después del terremoto una de mis hijas recibió, del guardia de la cuadra el rumor que vendrían, los vecinos del Cerro 18, de Lo Barnechea, a saquear las casas donde vivimos, un buen barrio de esa comuna.

Por supuesto nos preocupamos, en primer lugar de despejar el miedo en los niños.

Miedo, una de las sensaciones mas repetidas después de la tragedia.

Los que habitaban las zonas mas afectadas sintieron el miedo al descontrol de la naturaleza; a no saber que pasaría con ellos y, desgraciadamente, a la acción de delincuentes que incluso robaban en los restos de las casas de los damnificados.

Miedo también sintieron los habitantes de los edificios que mas sufrieron, por no saber si sus habitaciones fueron construidas por profesionales o por delincuentes disfrazados de constructores.

Miedo sintieron algunas autoridades de gobierno, vacilando en el llamado a los militares, como paradoja del cierre de un ciclo de veinte años.

Miedo sintieron de equivocarse, los que tuvieron que tomar decisiones que tal vez hubieran evitado algunas víctimas fatales. Se equivocaron a favor del miedo y en contra de los ciudadanos.

Miedo sienten muchos políticos, que deambulan sin saber cual puede ser su participación en esta tragedia.

Esta sensación de miedo se extendió casi a todos los segmentos de la sociedad.

El segundo elemento que develó esta catástrofe dice relación con un cambio cultural profundo, que se ha producido en nuestra sociedad en las últimas décadas.

Imperceptiblemente, producto de otro de los “consensos” a los que han arribado las elites, se le ha asignado el máximo valor social a los “emprendedores” que, en nuestro burdo lenguaje provinciano, significa la opción por la solución individual, con desprecio de los esfuerzos colectivos y el desapego de normas éticas en las relaciones sociales y económicas.

Así lo entendieron los que construyeron edificios con ladrillos rellenos con papeles. O los empresarios de las carreteras concesionadas, que estiraron las normas, para incrementar la rentabilidad del negocio.

También hicieron lo propio los saqueadores, que vieron en la tragedia la “posibilidad de emprender”, sin Dios ni Ley. Total, si lo hacen los grandes, porque no los chicos…cuando se presenta la oportunidad. Los saqueadores utilizaron información privilegiada: supieron de la oportunidad y la tomaron. ¿Qué los diferencia de otros?

El otro saqueo se produjo en el barrio alto de Santiago, donde los que tenían las despensas llenas repletaron los supermercados, el domingo, antes de ir a misa, para salir con dos o tres carros colmados de mercadería, mostrando todo su afán de ostentación y egoísmo. Pero también con miedo, que en estos sectores se sublima acudiendo a la abundancia.

Claro, se nos dirá que luego vino la Teletón y el despliegue de muchos que han querido ayudar. Esto es cierto, pero quedan algunas reflexiones que es útil hacer.

Nuestra sociedad se ha transformado. Es un país mas rico, medido por el ingreso per cápita. Pero infinitamente mas pobre, medida por la calidad de nuestras conductas colectivas.

No resulta aceptable que un país gaste decenas de miles de millones de dólares en compras de armas que, Dios quiera, nunca se ocuparán, y no se disponga de recursos tecnológicos para auxiliar con premura a su propia población en situación difícil.

Mucho Scorpene, F16, Leopard y equipamiento militar, pero ningún teléfono satelital para comunicar algún sistema de prevención en situaciones de catástrofe.

Tan solo algunos días antes uno de los jefes militares se jactaba de que podían golpear muy fuerte a nuestros hermanos peruanos, pero fue incapaz de usar esas mismas manos para trabajar por sus compatriotas con la premura que la situación ameritaba. Ni siquiera para disponer de un modesto helicóptero, que trasladara a la Presidenta a los lugares afectados.

Algunos, en su afán de evadir responsabilidades de los “emprendedores”, pretenden hacer creer que todos los errores provienen del aparato del Estado, olvidando que la telefonía celular, que se vino al suelo es sólo administrada por privados. Y que los edificios y las carreteras construidos saltándose las normas también son obra del de ese mismo sector.

Son los mismos que se han opuesto a que los Colegios Profesionales recuperen la tuición ética sobre sus asociados; o que se dote a los municipios de mayores recursos para fiscalizar; ………

El tercer tema que develó este evento dice relación con la destrucción de las organizaciones de la sociedad civil.

Nuestra sociedad ha desarrollado un profundo desprecio por las organizaciones sociales. En ello, desgraciadamente, se encuentran todas la elites, independiente de su orientación, en una nueva demostración de los consensos entre quienes han administrado los diferentes poderes en el país.

Frente a la tragedia, el gobierno se ha reunido con empresarios, dueños de supermercados, etc., lo que es sin duda muy acertado. Sin embargo, nada ha ocurrido con organizaciones de trabajadores, estudiantes o vecinos, probablemente suponiendo que ellas nada tienen que hacer frente a esta adversidad. Lo peor es que ello es en buena parte así. No en vano se les ha despreciado durante tanto tiempo, que su nivel de desarrollo alcanza niveles cada vez mas bajos.

Las redes de radioaficionados, que tanta utilidad prestaron en anteriores terremotos, hoy no existen. Y las mas de 300 radios comunitarias, no son consideradas por ninguna autoridad, pese a ser, en una cantidad muy importante de comunas “el” medio de comunicación para los vecinos.

Como siempre ocurre en las situaciones límites, es posible percibir lo mejor y lo peor de lo nuestro. Aquí se ha develado la dirección de los cambios culturales que nuestra clase dirigente ha impulsado.

Desde los gobiernos “progresistas” hasta la oposición neo liberal se coincidió en un solo sentido: el fomento del individualismo, como motor de la construcción social, por sobre el valor de lo colectivo. Y ello se manifestó de manera brutal en esta tragedia. El grito que anidó en la conciencia colectiva y recorrió todos los estratos fue “sálvese quien pueda”.

Algunos pobres y otros no tanto, que miraban por televisión el país de los ricos, creyeron que había llegado su hora. Y algunos ricos que lucraban construyendo con ladrillo y papel pensaron que nunca serían descubiertos.

Qué nos deja en evidencia entonces este llamado de la naturaleza? Pues lo que sabemos hace años y que se ha querido acallar por moros y cristianos: la inmensa desigualdad económica y social que ha caracterizado el modelo de desarrollo implementado por la Concertación y aplaudido con fervor por la derecha y los empresarios.

Allí estaban, entre los mas afectados, –como siempre- los mas excluidos, aquellos a los que la supuesta modernidad, que muestra la televisión, les ha llegado solo en imágenes.

Exclusión de los mas débiles, ausencia de Justicia Social, fomento del egoísmo y falta de rigor en la respuesta del Estado conformaron un escenario propicio para que la tragedia de la naturaleza develara la tragedia social que hemos construido colectivamente.

Puede que sea temprano para una evaluación final; pero ha pasado demasiado en que, desde todas las elites se ha privilegiado la solución individual, fomentando un egoísmo extremo en todos los sectores sociales.

Se podrá revertir esta tendencia?

Tal vez, tal vez cuando se le devuelva a los ciudadanos y sus organizaciones el valor que les ha sido escamoteado.

1 comentario:

Hector Escobar dijo...

Juan Claudio comparto la reflexión hecha, y creo que estó que nos pasa como sociedad, se ha generado en el período transcurrido entre el terremoto del 1985 y 2010. Hemos sucumbido a un modelo económico que privilegia el crecimiento por sobre el desarrollo sostenible en lo económico, social y ambiental. Además, con un sistema político con una profunda crisis de representatividad, esto último hace rato que se ve plasmado en nuestro partido.