3/06/2007

Corrupción: medidas para reaccionar a tiempo

Rendición de fondos reservados ante una comisión especial de la Cámara de Diputados; fin de los secretos bancario y tributario; y el reemplazo del sistema presidencialista por uno semipresidencial, son medidas para contribuir a terminar con la corrupción.

En los últimos días hemos conocido noticias que nos han afectado profundamente. Un niño murió de hambre y de sed, solo, bajo su cama, con un pedazo de pan entre sus manos. Su madre murió en la calle y fue identificada después de quince días. Se están investigando por los tribunales de justicia actos de corrupción. La acción política, necesaria para la convivencia, se sitúa en controversias sobre el pasado, mientras hay problemas actuales que requieren pronta solución. ¡Cuántos proyectos de ley están pendientes desde hace muchos años! La farándula, profesión de los farsantes o comediantes, principalmente televisiva, ha contagiado la noble actividad política. El “efecto polilla”, es decir, “hay que ir a los focos de la televisión por cualquiera medio”, campea en todos los ámbitos. La imagen es superior a la verdad. Queremos sacar provecho político hasta del funeral de un Jefe de Estado, que “ya está para la historia”, y que los cristianos debemos pedir que Dios lo juzgue con misericordia.

¿Qué nos pasa? En los últimos 50 años hemos ido, lentamente, cambiando nuestros valores, es decir lo que nuestra conciencia estima como un bien para todos nosotros. El individualismo prevalece, ayudado por un desarrollo tecnológico que nos hace perder cada vez más la libertad y los sentidos del tacto y de la vista (estrechar la mano del otro, mirándolo a los ojos, para sellar un compromiso que nuestro prestigio obliga a cumplir), la solidaridad es excepcional y en pequeños momentos. El consumismo a toda costa, estimulado por la usura, es una de las causas de la depresión de un porcentaje importante; la austeridad que nos caracterizó es un recuerdo del pasado. La política servicio al país y a todos, ha sido gravemente afectada, por una minoría afortunadamente, para servirse de la actividad pública. Muchas veces hemos escuchado: ¿y qué nos ha dado el Partido?

Debemos compartir un diagnóstico y proponer soluciones, “tomar el toro por las astas”, y efectuar reformas profundas.

En mi opinión, para contribuir a terminar con la corrupción, hecho furtivo y esporádico en nuestro país, pero con el riesgo de transformarse en sistemático, que se produce y afecta tanto al sector público como al privado, exige “transparentar” todas las actividades y el patrimonio de las personas. Así, por ejemplo, los “fondos reservados”, necesarios para la seguridad interna y externa de nuestra patria, debieran rendirse ante una comisión especial de la Cámara de Diputados, sujetos sus miembros a guardar el secreto, bajo sanción de pérdida del cargo y responsabilidad penal.

Dentro de un plazo breve, todas las personas, naturales o jurídicas, que posean un patrimonio importante, superior tal vez a veinte mil unidades de fomento deberían declarar sus bienes y la forma y medios cómo los adquirieron. Para hacer eficaz la “transparencia”, justamente reclamada, es necesario poner término al secreto bancario y al secreto tributario, o suspenderlo, con efecto retroactivo, por cinco años, para prevenir o evitar el lavado de dinero, el narcotráfico, la evasión tributaria en todas sus formas, la alta criminalidad, los delitos económicos, etc., sin perjuicio en esta última alternativa, de, posteriormente, mantener las excepciones normales al secreto.

Para sincerar y hacer más efectiva la política es necesario reemplazar el sistema de gobierno presidencialista, de “ejecutivo vigorizado”, que favorece los “personalismos” y contribuye a la existencia de partidos políticos “electoralistas”, por un sistema “semipresidencial”, con un Presidente de la República a cargo de las decisiones de Estado, como las comprendidas en las relaciones internacionales, las vinculadas a las fuerzas armadas y a la administración profesional, la participación en las designaciones de los organismos autónomos constitucionales y de arbitrar los conflictos políticos no superados, por medio de referéndum o llamado a elecciones; junto a un gobierno, a cargo de un Primer Ministro, que adoptaría las decisiones políticas contingentes, que cuente con mayoría en la Cámara de Diputados, y que sólo pueda ser removido por censura constructiva, es decir, el sucesor deberá presentar su proyecto de gobierno, lo que impide la “politiquería” de la oposición “destructiva” o negativa. El Senado, representando a las regiones, tendría el carácter de cámara revisora de los proyectos de ley y participaría en los nombramientos de los órganos constitucionales. Este sistema de gobierno estimularía para transformar los partidos políticos de “electoralistas”, que se juegan a la elección del Presidente de la República, en partidos “responsables de gobierno y oposición”.

Es indispensable también efectuar una reforma del Estado, en el sentido de modernizar la Administración Pública, dotarla de los medios tecnológicos adecuados, rejuvenecerla, y del personal suficiente capacitado para cumplir las funciones, con remuneraciones justas. Debe ponerse término a la costumbre inconstitucional, sin que sea necesario nuevas elecciones hasta el término normal del período de la actual Presidenta de la República y de los diputados y senadores, pudiendo aplicarse de inmediato.

¡Reaccionemos a tiempo!

Por: Francisco Cumplido Cereceda , Rector de la Universidad Miguel de Cervantes y ex ministro de Justicia.

Fuente: Política y Espíritu


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