4/02/2007

Bachelet, Cieplan y Expansiva


¿Se complementarán los Cieplan y los Expansiva en el gobierno? ¿Rivalizarán por influir sobre la presidenta Bachelet? Tres columnistas responden aquí una de las grandes preguntas que dejó el cambio de gabinete de esta semana: ¿qué une y qué separa a Expansiva y Cieplan?

Transantiago: ¿El tanque de Cortázar?

Los cambios de gabinete incitan a la búsqueda de ganadores y perdedores y las comparaciones entre los que se van y los que llegan. En el caso de este nuevo equipo de Bachelet, más que en quién perdió y quién ganó, más que en los individuos, es necesario concentrarse en primer término en la innegable pugna entre distintas ideas de Estado y sus estilos de ejecución gubernamental. En segundo lugar vienen las personas llamadas a dirigir.

La llegada de René Cortázar, Marcelo Tokman y José Antonio Viera-Gallo, si algo indica elocuentemente, es que el modelo de economía de mercado que ha identificado las políticas públicas de la Concertación no está en entredicho. Todo lo contrario: se refuerza. Si Cortázar desafía o no el protagonismo político del ministro de Hacienda es menos relevante que la constatación de que son dos astillas del mismo palo. Como lo dijera Eugenio Tironi, "los dos citan los mismos libros, van a los mismos seminarios y pronuncian el inglés con el mismo acento". Esto no es menor. Los descalabros del Transantiago daban para aprovechar no sólo de cambiar rostros, sino para alterar énfasis y relaciones de fondo con el sector privado. De hecho, uno de los argumentos más potentes esgrimidos por los defensores del mayor rol del Estado en esta materia era que no había ningún país que tuviera un sistema de transporte urbano de proporciones que no estuviera regido y gestionado estatalmente. De hecho, el saliente ministro Sergio Espejo, más allá de su entrega pública y comunicacional, fue un adalid de lo que podríamos llamar una nueva lucha de clases, esta vez entre gestiones públicas versus gestiones privadas. La misma presidenta se mezcló con fervor en este deslinde de responsabilidades, dando cuenta de que los privados "no habían dado el ancho", anticipando un curso de colisión que se desarmó en un santiamén con un sacrificio brutal de lado y lado: renunció quien para el ministro era "el malo de la película" -el privado Manuel Navarrete-, y la presidenta despidió a su principal hostigador, el propio ministro.

De esta forma, el modelo del Transantiago -diseño público, operatividad privada- no fue enviado a la guillotina. Por el contrario, aparecieron ofertas novedosas, como que el nuevo ministro Cortázar "va a contar con todos los recursos necesarios", en palabras de quien había sido muy reacio a abrir la billetera, el ministro Velasco. ¿Cómo se entiende esto? Mi explicación es simple: Velasco no tiene problemas en confiarle dinero a Cortázar, porque ambos calculan su gasto con las mismas fórmulas.

Para decirlo en lenguaje de libre mercado, si Transantiago cotizara en la Bolsa, su acción habría bajado fuertemente antes del cambio de gabinete y habría tenido una notable recuperación al minuto de conocerse que Cortázar entraba a Transportes y Velasco se quedaba en Hacienda.

Potencial y riesgo

Ya está dicho que son dos astillas del mismo palo, la economía de mercado y el rol subsidiario del Estado, pero, ojo, que también son dos personalidades extremadamente sensibles a su imagen pública. Y aunque por su inclinación economicista pudieran ser percibidos como tecnócratas, Cortázar y Velasco son extremadamente políticos, uno con más experiencia que el otro. Sólo que se conoce más del actual ministro de Hacienda porque lleva más de un año en el poder, frecuentemente en pantalla, mientras que muchos han olvidado los cargos anteriores de Cortázar.

El nuevo ministro llegó hace 12 años a TVN después de que su antecesor, Carlos Hurtado, durara menos de 10 meses en el cargo, a raíz de una confrontación muy dura con el directorio del canal. Receloso de los periodistas y de la exposición pública, Cortázar entró a TVN con bastante desconfianza. Revisaba obsesivamente lo que debía salir en pantalla, pedía que le explicaran una y otra vez los criterios o la lógica de ediciones y enfoques periodísticos. Su objetivo central era tener una relación armónica con el directorio, lo que consiguió en una fórmula que continúa realizándose: tácitamente los declaró el rostro perceptible de los dueños invisibles de un canal público, dotándolos de un mayor estatus en la información sobre la gestión interna a cambio de una más intensa complicidad organizacional. A poco andar se dio cuenta de otra cosa: los gerentes de área no eran quintacolumnistas de Gramsci; tenían conocimientos y objetivos claros, que él compartía. Dejó de temerles y generó una de las alianzas más fructíferas en la historia de la televisión chilena, en rating, imagen e ingresos.

Su llegada a TVN es moco de pavo al lado de su llegada a Transportes. De TVN no dependía la Concertación. El curso de los acontecimientos ha colocado al Transantiago como el símbolo de evaluación de la excelencia o ineptitud del gobierno de Bachelet. Indice capaz de ser medido por millones de santiaguinos, sin la necesidad de un intérprete de por medio. Se experimenta en carne, día a día. Si mejora se nota; si fracasa, también. Guste o no guste, el cargo de ministro viene con el potencial de gloria o desastre político incluido. La diferencia es enorme. Recordando el episodio que catapultó a Bachelet en las encuestas de candidatos presidenciales, ese paseo antológico en medio de las inundaciones, el Transantiago puede ser el tanque de Cortázar que lanza su imagen a las nubes o se convierte en su sepultura política. El éxito en ese ministerio "le lleva marraqueta". En este sentido, Michelle Bachelet nombró algo más que un ministro sectorial. Tal vez sin quererlo, una presidenta socialista entreabrió la puerta hacia algo que se veía muy difícil: que la DC tuviera un candidato presidencial que irrumpiera popularmente como ella lo hizo. Claro que primero debe ir al Purgatorio. Muchos jamás salen de ahí.

Una de las razones que explican el éxito de la Concertación es la existencia de think tanks (semilleros de ideas) oficialistas que han nutrido de propuestas técnicamente sólidas el ideario de más crecimiento, menos pobreza y más igualdad de oportunidades de la coalición centroizquierdista.

Tal vez los dos centros de estudios oficialistas más influyentes desde el retorno a la democracia han sido Cieplan a comienzos de los '90 y Expansiva en esta década. Sin esos centros de estudio, la voluntad concertacionista de conducir al país por el sendero de la consolidación democrática no se habría convertido en esta realidad de más democracia, más crecimiento y menos pobreza que ha caracterizado estos 17 años de gobiernos de centroizquierda en Chile.

La llegada de Bachelet al poder alimentó dudas sobre las prioridades que tendría este nuevo gobierno concertacionista. Si bien se hacía evidente poner énfasis en mejorar la mala distribución de oportunidades y de ingresos, las dudas sobre las prioridades de la primera mandataria (red de protección social como en Europa, pero niveles de desarrollo de países tercermundistas y tasa de crecimiento mediocre) llevaron a muchos a pensar que se venía un cambio en los énfasis del modelo.

Las confusas declaraciones de la presidenta sobre su concepción del papel del Estado en la economía en sus primeros meses -amén del supuesto conflicto entre el estatista titular del Trabajo y el libremercadista ministro de Hacienda- generaron comprensibles dudas sobre el norte que guiaba a este gobierno.

Las dudas quedaron disipadas esta semana. El cambio de gabinete constituyó una victoria incuestionable para el sector liberal de la Concertación, representado por Expansiva y Cieplan. Todos los ministros entrantes comparten una férrea defensa del "modelo económico". Pero en la coalición oficial sigue existiendo un sector abiertamente estatista. La propia Bachelet históricamente se ha sentido identificada con ese sector. Porque la batalla entre las dos almas de la Concertación no ha concluido, los liberales no debieran sentirse seguros con esta victoria.

Si bien Cieplan puede ser considerado como un ancestro directo de Expansiva, es un error suponer que ambos semilleros de ideas liberales son intercambiables. Mientras la plana mayor del primero quedará inevitablemente ligada a la exitosa transición a la democracia en el gobierno de Aylwin, Expansiva ha tenido una creciente influencia desde la segunda mitad del gobierno de Lagos. Mientras Cieplan nació en el seno del PDC, los fundadores de Expansiva se acercaban más al perfil liberal del PPD. Además, Cieplan siempre estuvo asociada con su fundador y líder espiritual, Alejandro Foxley, mientras que Expansiva era casi sinónimo de Andrés Velasco.

Hoy, que Velasco y Foxley comparten ministerios en el gabinete de Bachelet, y que hay al menos otros dos ministros asociados a Cieplan y tres más afines a Expansiva, la tentación a que se desate una contienda por la influencia entre estos dos grupos es alta. Sería un error ceder a esa tentación. Expansiva y Cieplan tienen muchas más cosas en común que puntos de desunión. Al interior de la Concertación, son aliados naturales. Ambos comparten fortalezas (enorme capacidad técnica) y sufren de las mismas debilidades (insuficiente muñeca política y nula influencia en los partidos).

Ahora que han logrado posiciones de privilegio en el gabinete -y han recibido una señal implícita de confianza de Bachelet- los monjes de Cieplan y los técnicos expansivos deben aunar fuerzas para mantenerse en el timón de este gobierno. Más que pelearse por la cercanía con Bachelet, deben aceptar y consolidar la formación de un triángulo virtuoso -un ménage à trois político- que les permita enterrar de una vez por todas los cuestionamientos al modelo que provienen de la propia Concertación. Si lo hacen bien, éste terminará siendo el gobierno concertacionista donde más influencia han ejercido los liberales.

Para entender a Cieplan y a Expansiva hay que comprender, más que ninguna otra cosa, las generaciones que las conformaron y la época en que se fundaron. Lo demás -como diría el filósofo húngaro-alemán Mannheim- es "no entender lo serio e importante que puede ser el problema de las generaciones como guía para comprender la estructura de los movimientos sociales y espirituales".

Lo estándar es que las generaciones se cuenten cada 30 años (los treinta que toma formarse, los treinta de vida laboral, y los últimos treinta de), pero en países en que se han vivido experiencias políticas traumáticas, como es nuestro caso, la máquina de producción se sobregira y produce generaciones en mucho menor tiempo y con entelequias completamente disímiles. Aparecen los hippies que hoy tienen hasta 65 años, la generación perdida en dictadura, la de los '80, la de los '90 y la del 2000, con diferencias que dan para escribir un libro completo. Es en esta sobreproducción generacional de Chile donde mejor se pueden entender las diferentes improntas de Cieplan y Expansiva.

Cieplan nace en plena dictadura, a mediados de los años 70, cuando estaba completamente prohibido militar en partidos políticos. Es integrado principalmente por democratacristianos, doctores en Economía formados en el extranjero. La institución contó siempre con el fuerte liderazgo de Foxley y una clara affectio societatis entre sus miembros. Si bien fueron bastante críticos del modelo neoliberal que se imponía a fines de los 70, con los años flexibilizaron sus posiciones.

El tema valórico era fundamental, pero con el norte que esta agenda tenía en los ochenta: léase derechos humanos, pobreza y desigualdad; que nada tiene que ver con el contenido que va tomando dicha agenda en la generación que retorna a la democracia (divorcio en los '90 y aborto y derecho de minorías el 2000). Gozaban de mucho prestigio académico y más de algún profesor norteamericano pasaba una temporada en sus oficinas. En los 80 recién se abren a miembros más diversos y se abocan a los desafíos que el plebiscito de 1988 y un eventual nuevo gobierno podrían traerle a una organización de esta naturaleza.

Con el retorno de la democracia, Cieplan de lleno se dedica a hacer gobierno y la institución lentamente va perdiendo relevancia como tal, pasando a transformarse en una "organización portaaviones" en donde van aterrizando cada cierto tiempo sus miembros cuando no están en el Ejecutivo. Este hecho dio la oportunidad para que durante los '90 la inquietud académica relacionada con las políticas públicas se trasladara a la Universidad de Chile; principalmente a su Departamento de Ingeniería Industrial. En los últimos años y con la venida del ex presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso, Cieplan comienza a retomar su sitial, pero en un contexto mucho más competitivo, con think tanks floreciendo por doquier.

Expansiva, en cambio, tiene otro ADN. Se forma en democracia, a principios del 2000, aprovechando internet para establecer sus redes. Se inspira en think tanks como el Brookings Institution de EE.UU., algo de la Fundación Friedrich Ebert de Alemania, y tiene un liderazgo más atomizado. Expansiva nace, además, en un momento en que hay muchos profesionales con interés en el tema público, a los que les parece atractivo debatir libremente sus ideas (en cuyo Consejo Ampliado, entre otras 70 personas, está quien escribe). Hay miembros de Expansiva que militan en partidos políticos y muchos independientes. La invitación a ser parte de este grupo es de la exclusiva decisión de su directorio y el criterio es principalmente ser profesional y tener interés en la esfera pública con una perspectiva liberal democrática. El logo lo dice todo; una especie de baobab que invita a instalarse bajo una amplia sombra.
Lo que no son y no va a ser ninguna de estas organizaciones -por mucho que se pretenda presentarlas de ese modo- son partidos políticos. Verlas así es no entender la lógica de un think tank y menos aún la importancia que tienen los partidos en democracia. Estos son fundamentales para que los ciudadanos se identifiquen con las ideas que hay detrás de ellos, para las elecciones y la selección y promoción de los candidatos. Creer que se puede prescindir de éstos sin destacar su rol en el engranaje político, no corresponde a una democracia sana. Darle a un think tank la connotación de partido es comparar peras con manzanas.

La lógica que liga a estas organizaciones es principalmente la de "dos generaciones-dos organizaciones" con todas las vicisitudes que ello pueda implicar. Las separa, entonces, un asunto derivado de las épocas y circunstancias en las que surgieron, y las sutilezas, por decir lo menos, que dividen a los humanistas laicos de los humanistas cristianos del Chile de hoy.

Por Fernando Paulsen y Patricio Navia
Por Victoria Hurtado
Fuente: Revista Qué Pasa

1 comentario:

cristian concha zapata dijo...

Creo que el tema del transantiago es muy delicado ya que de el gobierno fue una desinteligencia por el hecho de dar todo esto a lisitacion por que el daño puede ser muy inmenso el cual podemos hasta perder el gobierno imaginense que pasaria si el transantiago quebra se ba todo a embargo lo cual el gobierno no tiene nada que lo ampare esto deberia ser comandado todo por el gobierno es mejor imbertir mas y arriesgar menos ademas que los vecinos llamada alianza por chile lo unico que quieren es hacer mas leña del arbol caido por eso creo que el ministro cortazar con su experiencia y trayectoria en temas economicos podra sacar el transantiago adelante y de decir que la gente de la alinza en vez de estar criticando deberian estar apoyando a que esto salga adelante ya que la gente de clase media y baja son las dañadas por este tema, creo que el hecho de estar dando portadas o el gobierno lo ha hecho mal deberia salir gobierno y camaras alta y bajas unidas para la gente creo que hay tanta demagigia en todo esto es por el bien del pueblo y que nadie olvide que el ser dirigente de un partido politico o funcionario como senadores, diputados, alcaldes y concejales es el pueblo el que les da esa responsabilidad y que hacen por ello nada solo criticas para llenar portadas en los diarios.
que pasa alluden a la gente unanse a esto ya que es por sus trabajos no solo es estar en una oficina o en las camaras en las cuales se reunen si no tambien ir a terreno ya que como reitero gracias a la gente es que todos los altos mandos estan todos son tan solo unas palabras de desahogo ya que la clase alta en su gran mayoria tiene vehiculos "hagan algo por esa gente".